La figura del tránsfuga que se estira y se encoge en función de quién y cómo se gobierne

La ética en los partidos políticos va y viene y con los tránsfugas no es una excepción. Y no es porque no haya consenso en todas las formaciones políticas sobre lo que es y no es un tránsfuga sino porque su definición varía en función de las circunstancias políticas de cada uno.
Estos días, por ejemplo, Ciudadanos exige el acta de Julio Rodríguez-Vigil en base a un código ético. Pero no podemos olvidar que los pesos pesados de Ciudadanos en nuestra provincia, que no son otros que el procurador de las Cortes, José Ignacio Delgado, el resecretario institucional responsable de los cargos públicos de Ciudadanos, Lorenzo Rodríguez y el portavoz de la formación en el Ayuntamiento de Burgos, Vicente Marañón, apoyaron expresamente a Silvia Clemente antes del famoso intento de pucherazo de las primarias ante Francisco Igea. Algo que hizo justo después de abandonar el Partido Popular y su cargo en la Junta para liderar el proyecto naranja en Castilla y León.
Como ven, la ética se estira y se encoge hasta encontrar la forma adecuada de quien se viste con ella. Pasa exactamente igual en el PSOE de Burgos si se compara esta legislatura con la pasada. Y es que, la anterior portavoz de Ciudadanos, Gloria Bañeres, no consiguió que los socialistas reconocieran que Silvia Álvarez de Eulate fuese una tránsfuga, pese a quedarse como concejal no adscrita desde el primer día de la legislatura.
El PSOE, ahora, casi ha sido el primero en llamar tránsfuga a Rodríguez-Vigil. ¿La diferencia? La mayor de todas radica en donde está sentado cada uno. En la legislatura pasada admitir que la concejal era una tránsfuga significaba pedir públicamente que dejase su acta y entrase el cuarto concejal de ciudadanos, lo que significaría una suma de mayoría absoluta entre PP (10) y la formación naranja (4), y la pérdida de poder del PSOE.
En esta legislatura, esas cuentas ya no importan y los socialistas gobiernan, así que se puede llamar alto y claro tránsfuga al que se mueva, sobre todo para que otros, que puedan tener las mismas ganas, sepan a qué se enfrentan.
Lo que sigue sin entenderse es cómo en un país donde los principales partidos con representación a nivel nacional tienen tan claro que las actas son de los partidos, en tanto en cuanto no se permitan las listas abiertas, y no mueven ficha para cambiar la ley, en lugar de intentar regular esto mediante códigos éticos y palabritas de Niño Jesús (en este caso nunca mejor dicho).