¿Incompatibilidad? Los políticos no deberían decidir sobre sus sueldos

Cada cuatro años se repite la misma historia. Nuestros políticos tienen que decidir sobre el sueldo que les toca cobrar, y estas decisiones, se utilizan siempre de forma populista por unos y otros, para tirarse los trastos a la cabeza. Si encima tenemos elecciones de por medio, ¿para qué queremos más?
El primer problema es que ellos son los encargados de elegir su propio sueldo. Y esto, al menos es España, va a generar suspicacias siempre.
Decía, no sin acerto, hace ya más de un mandato, el entonces concejal Antonio Fernández Santos, que si queremos que en política estén los mejores, los sueldos deben estar a la altura. Y ciertamente los sueldos, los tenemos, lo que implica que, de nuevo, la sociedad está a la altura para con sus políticos. Pero ¿Cómo cumplimos eso otro de tener los mejores? Porque, hasta la fecha, no elegimos a quienes ponemos ahí, vienen en unas listas que nos entregan los partidos políticos cerradas y sin posibilidad de rechistar.
Así pues, lo más práctico sería baremar los sueldos en función de la población y las dedicaciones de turno. Mejor nos iría si las decisiones del sueldo se tomasen lejos de donde se cobra dicho sueldo. En nuestro Ayuntamiento, e imaginamos que también en otros, hemos visto a concejales de la oposición sin peso alguno levantarse cantidades similares, cuando no mayores, que algunos de los que obstentaban funciones de gobierno. Si un responsable político debe de salir de una comisión, cuando se vota algo que le afecta directamente, ¿no debería ser incompatible que uno decida y vote sobre lo que va a cobrar?
Lo que no puede ser es jugar a la demagogia cada vez que el sueldo sale a relucir. Es importante que los ciudadanos sepan lo que se cobra. Es imperativo que una sociedad sepa cuánto paga por un trabajo a sus empleados, que son los cargos electos. Y, a partir de ahí, el debate debe centrarse en si lo que se hacen y cómo lo hacen lo vale o no.
Pero claro, aquí nos encontramos con el segundo problema. La ausencia de responsabilidad. Da lo mismo si un responsable político hace su trabajo bien, mal, regular o directamente no lo hace. No hay posibilidad de renegociar sueldos, al alza o a la baja, así como el despido, hasta la próxima cita con las urnas. Y eso contando con que su partido entienda que lo ha hecho bien o mal y actúe en consecuencia. Sino, repetirá en un sillón, tal vez con menos responsabilidad pero con un sueldo significativo.
Es ahí donde debe estar, en buena medida, el foco de los salarios. Siempre, eso sí, contando con una proporcionalidad en función del cargo obstentado y la población representada.