¿Es La Vuelta una herramienta para Burgos o Burgos una herramienta para La Vuelta?

Estamos de acuerdo, no se puede hacer una tortilla sin romper algún huevo. Lo que no parece lógico es que para hacer una tortilla rompamos el huevo, el plato, la sartén y hasta media cocina. El empecinamiento del expresidiario Michel Méndez Pozo por traer La Vuelta a España a Burgos, tras su frustración de no poder traer al Papa, ha derivado en una serie de condicionantes que no tienen ningún sentido y que ningún alcalde con un poquito, solo un poquito, de dignidad y amor por su propia ciudad no hubiera permitido.
Que nadie lo entienda por donde no es. No está mal que las ciudades acojan eventos de este tipo, pese a que su mayor impacto sea el ego de los organizadores. Pero no es de recibo que para celebrar una prueba, sea ciclista o de cualquier otra disciplina, el organizador imponga a sus anchas por dónde quiere transcurrir.
Para la celebración de este fin de semana el alcalde ha permitido y autorizado: que se desmonten andamios legalmente montados, que se impida el trabajo de repartidores durante dos días, que el tránsito peatonal se vea condicionado (también para personas con movilidad reducida), que los accesos a comercios y establecimientos se vean perjudicados, ha prohibido a varios vecinos sacar su vehículo del garaje, ha modificado las líneas de autobuses y, en menor medida, ha condicionado el estacionamiento de una buena parte de las calles del centro y del barrio de Gamonal, por no hablar de las prohibiciones de circulación en diferentes horas y días.
¿Es todo esto necesario? No es que Burgos sea una ciudad muy grande en tamaño pero sí tiene alternativas para realizar las etapas por trazados donde la incidencia sea menor en todos los sentidos. Porque esto no va de agradar o no a todo el mundo. Los políticos tiran de la famosa frase, convertida en dogma, de «nunca llueve a gusto de todos», pero aquí nada tienen que ver los gustos sino los derechos. Y cualquier político que piense que para hacer cosas hay que fastidiar, sí o sí, a la gente, es un mal político y, posiblemente, hasta mala persona.
Porque, pongamos algunos ejemplos. Quien necesita de una muleta o una cachava para moverse, con dificultad, por la ciudad, no tiene porqué dar ni una vuelta de más, porque a un agente de Policía, que está para proteger a esa persona y uno a una empresa privada, no le permita transitar por la pasarela peatonal frente a la calle Gran Teatro. Acudir, desde esta calle, a los otros dos puentes sí es un esfuerzo considerable al que se le somete a una persona en estas condiciones. Tampoco es de recibo que una empresa que ha solicitado y conseguido licencia para la instalación de un andamio lo tenga que desmontar durante una semana, porque si la empresa no ha finalizado los trabajos que motivaron su instalación, tiene que quedarse de brazos cruzados sin poder trabajar por el capricho de turno. Ni parece justo que un establecimiento hostelero, por ejemplo, no pueda recibir un viernes o un sábado a su repartidor si la jornada anterior le ha ido bien y ha consumido bastantes productos.
Está claro que empresas como UNIPUBLIC se aprovechan de alcaldes pusilánimes que, después de entregarles más de 200.000 euros de todos los burgaleses para que vengan a Burgos y regalarles el uso de espacios en el Fórum que otras empresas sí pagan, colocan un mapa sobre la mesa y preguntan por donde quieren trazar la ruta y listo, caiga quien caiga.
Se echa de menos, en Burgos al menos, una unidad de tráfico con el suficiente criterio para decir «no, por aquí no». Porque un Ayuntamiento por quien debe mirar es por sus ciudadanos y no por un programa de televisión. Cada calle que se corte debe tener una alternativa cercana, cada vial que se interrumpa debe contemplar la accesibilidad ciudadana, cada restricción indispensable debe tener la consiguiente contraprestación, llegado el caso económica.
Así podríamos no solo disfrutar de una prueba deportiva sino que también, podríamos hacerlo de nuestra ciudad sin estar pendientes del reloj, los cortes de calles, los derechos o las imposiciones.