De la Rosa sigue ocultando cómo va la liquidación del Real Burgos

Caminamos hacia el medio año desde que el alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa, decidió liquidar la Sociedad Anómima Deportiva del Real Burgos.
Una decisión que, tras tomarla, escondió de toda forma para evitar explicar a los ciudadanos, al menos antes de la cita con las urnas, si ésta tendría alguna repercusión económica para los burgaleses.
No solo el primer edil oculta la situación. Su portavoz lo hizo durante semanas a preguntas directas de esta casa; también el concejal de deportes, Levi Moreno, esquivo respondes al respecto. No quiso, ni tan si quiera, explicar a los burgaleses quién está desarrollando el proceso de liquidación de la sociedad rojipardilla.
Por el camino queda una duda que se despejará en algún momento, más pronto o más tarde. Porque aquí el problema ya no es qué se quiere hacer con el equipo. De la Rosa tomó su decisión, la peor de todas en lo que a los intereses de los burgaleses se refiere, pero que en cualquier caso ya está tomada.
A partir de aquí la duda es qué ocurrirá en el futuro con los posibles acreedores que tuviera el Real Burgos. Tal y como ya hemos explicado en otros momentos, si el primer edil hubiera decidido deshacerse de las acciones del Real Burgos, fuera al precio que fuera, el Ayuntamiento habría quedado desvinculado del equipo sin coste alguno y, en el mejor de los casos, hasta percibiendo dinero por ello.
Pero, lo que buscaba De la Rosa no era poner fin a lo que él denonimaba un «anacronismo» en el que una institución pública fuera propietaria de una Sociedad Anómima Deportiva. Lo que quería De la Rosa era enterrar al Real Burgos a través de la liquidación de la sociedad. Y es aquí donde pueden existir compromisos que tenga que afrontar, económicamente hablando, el Ayuntamiento de Burgos, por ser quien inicia la liquidación y quien tiene obligación de cumplir con las posibles deudas que el Real Burgos tuviera contraídas.
Los meses van pasando y a nadie se le escapa que la estrategia de De la Rosa no es otra que el calendario corra y que, si algo tiene que estallar, lo haga, eso sí, después de que los burgaleses pasen por las urnas.